Caían chuzos de punta, pero 14 valientes acudieron a la última cita del año, en la que se dilucidaba quién sería el equipo ganador de invierno. El campo estaba extremadamente mojado, sin embargo el drenaje funcionó a la perfección evitando charcos. El balón corría como alma que lleva el diablo.
Debido a la lluvia, la temperatura no era tan baja como en otras ocasiones, pero el no dejar de llover durante todo el partido parece que congeló las ideas (y las piernas) de los Wilds: su juego fue precipitado y falta de ritmo. Sin embargo los Beasts aparecieron entonados, muy colaborativos y con un buen movimiento de balón contando con la paciencia suficiente para encontrar huecos y no sufrir contras.En esta situación no tardó en llegar el primer gol de los Beasts, que acabó por dinamitar la escasa moral de los Wilds. En esta ocasión...